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Análisi del libro No pienses en un elefante. George Lakoff


Laura Gómez Lausín

¿Es posible que no sólo los ricos votasen a George W. Bush para que fuera su presidente? ¿Cómo puede ser que ganara una vez más las elecciones después de iniciar una guerra sin sentido? ¿El lenguaje que utilizó el partido republicano tuvo algo que ver?

La respuesta a estas preguntas la tiene el catedrático de Ciencia Cognitiva y Lingüística en la Universidad de Berkeley, George Lakoff, que ha teorizado sobre el tema en el libro No pienses en un elefante (símbolo de los republicanos) que trata el lenguaje y el debate político de Estados Unidos.

La frustración política que le causaba la estrategia del partido demócrata en USA le llevó a teorizar el por qué de la situación aventajada de los republicanos. No es que haya descubierto la fuente de la sabiduría pero se ha ganado el respeto, la admiración y la credibilidad de los republicanos estadounidenses y de los politólogos y asesores que van a remolque del país más avanzado en estrategias políticas y publicitarias. Gracias a este libro, a modo de resumen, y a Moral Politics: How Liberals and Conservatives Think (Política Moral: Cómo piensan los liberales y los conservadores) ha conseguido que multimillonarios influyentes financien la institución Rockridge Institute (centro educativo y de investigación progresista que prepara a los candidatos y a agentes de campañas políticas del partido Demócrata).

Su idea es simple. La ciencia cognitiva ha establecido que pensamos en términos de marcos mentales y metáforas. En palabras de Lakoff: “los marcos son estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo; todas las palabras se definen en relación a marcos conceptuales. Puesto que el lenguaje activa los marcos, los nuevos requieren un nuevo lenguaje”. Así pues, “el cambio de marco es cambio social”.

Éstos marcos mentales, llamados frames, están en lo que los expertos llaman nuestro inconsciente cognitivo, es decir, estructuras de nuestro cerebro a las que no podemos acceder de manera consciente, pero que conocemos por sus consecuencias, véase, nuestro modo de razonar y lo que cada uno entendemos como sentido común.

Lo que ocurre es que cuándo la información que recibimos no se conforma a nuestros marcos establecidos la desechamos e ignoramos. No podemos asumirla porque no cuadra con nuestro marco mental. Por el contrario, si la información cuaja con nuestro marco mental, ese dato se convierte en un argumento asumido y utilizable en contra del adversario político.

Por ejemplo, se apoyó la ofensiva de Bush porque se le situó como a un protector del mal, en contra de las amenazas y peligros que acechaban a América en esa época. En consecuencia, la información que llegó a los estadounidenses sobre la inconexión entre Al Qaeda y Sadam Hussein o la inexistencia de armas de destrucción masiva, no penetró en el consciente de los norteamericanos, porque su marco establecido era otro.

Esto ocurrió así por la dualidad entre el padre estricto y el padre protector. La familia conservadora y, por tanto, republicana tiene a un padre estricto que “cree en la necesidad y el valor de la autoridad, que es capaz de enseñar a sus hijos a disciplinarse y a luchar en un mundo competitivo en el que triunfarán si son fuertes, afirmativos y disciplinados”. Por ello, el gran logro de la estrategia de los republicanos ha sido estructurar los asuntos políticos en torno a estos valores básicos y profundamente asentados en la mentalidad de gran parte de los ciudadanos americanos.

Por contra, el padre protector, progresista y demócrata, cree que la educación de la prole es una tarea conjunta entre el padre y la madre, y que ambos deben comprender y apoyar a sus hijos, escucharles, darles libertad, y confianza en los demás, para que cooperen con sus semejantes.

Los republicanos más conservadores han conseguido activar éste marco en una gran parte de la población porque han dedicado inversión y tiempo en la investigación, educación y repetición de ideas conservadoras, para que, penetraran en la población y que éstos acabaran comulgando con esas ideas por iniciativa propia.

Financiaron con enormes fortunas fundaciones y programas de investigación, los llamados Think tanks. Reclutaron universitarios, publicistas, periodistas, escritores y especialistas en la imagen, y poco a poco, fueron perfeccionando su lenguaje y su temática. Así pues, la gran mayoría sigue viendo que los impuestos son una carga y no una reinversión en la sociedad, y que, el matrimonio homosexual es un ataque en contra del sacramento asumido por muchos devotos.

Además, según Lakoff: “La derecha está forzando a la izquierda a gastar más dinero privado en cosas que el gobierno debería financiar”. La izquierda se preocupa por temas de desempleo, sanidad y mejora de la forma de vida de la población en general. Si el gobierno conservador no invierte en ayudas sociales la izquierda gasta su presupuesto privado en crear fundaciones que ayuden a la sociedad, mientras, los conservadores reinvierten en sus propias estrategias que repercutirán a que permanezcan en el poder.

En este punto podemos señalar otra afirmación de Lakoff, y es que, asegura, apoyándose en estudios electorales, que la mayoría de los votantes no vota por sus intereses sino en función de con qué candidato se identifica (hablamos de candidato porque en USA las elecciones son presidencialistas).

Y dice, los ciudadanos votan “según su identidad, sobre la base de quiénes son, de qué valores tienen y a quién y a qué admiran”. Es decir, que los estereotipos ya sean culturales o morales enmarcan el voto. Provocan que el electorado sienta afinidad o rechazo por un candidato según sus prejuicios.

No pretendo llevar a un equivoco con esta afirmación, y es que, no se puede reducir todo a una manipulación lingüística. Como dice Lakoff, lo más importante son las ideas y cómo se relacionan con los marcos mentales, porque, “cuando los marcos están ahí, las ideas surgen inmediatamente”.

A pesar de que hay dos modelos diferenciados, el de padre protector y el de padre progresista, todos tenemos un poco de ambos y, por eso, también existen los que podríamos denominar indefinidos. Por tanto, la clave es saber cómo activar los valores que nos interesan para movilizar a éste sector de la población. Cómo hacer que la solidaridad (un valor progresista) quede por encima del individualismo (un valor conservador) o que el deseo de paz sea más fuerte que el miedo. No se puede reducir la política a imágenes para captar la atención y los sentimientos del electorado, y sobre todo, no se puede cambiar a centro, aunque sea ligeramente, porque en unas encuestas la opinión favorable sea próxima al conservadurismo.

Los puntos citados, son puntos débiles de los progresistas. Como los demócratas no han impuesto el marco mental predominante van a remolque de los neoconservadores (neocon) e intentan modular sus estrategias según la opinión pública. Algo que nunca han hecho los neocon. Ellos afirman claramente sus valores, declaran abiertamente lo que son y lo que quieren y con esta claridad de principios articulan sus estrategias de comunicación y convencen a los ciudadanos.

Su fórmula de afirmar claramente los valores republicanos-conservadores y encontrar un lenguaje propio con que hacerlo les lleva a la victoria de las elecciones y les proporciona el poder del país más influyente, todavía, en el siglo XXI.